Los Cochineros

Los Cochineros2019-07-15T17:33:16+00:00

LOS INICIOS :
Ante todo, una familia!

Entender la vida como un constante diálogo en grupo,
de la comunidad,
de la pertenencia a una familia
más allá de la sangre.

Para hablar de Los Cochineros, primero habría que hablar del encuentro, del entender la vida como un constante diálogo en grupo, de la comunidad, de la pertenencia a una familia más allá de la sangre. Porque siendo de Ingenio, para Los Cochineros cantar está inevitablemente unido al pálpito mismo de la vida y de la comunidad. Habría que sentase a buscar en los ecos del viento del sureste para saber de dónde viene esta necesidad de hacer música casi por instinto. Nacieron como grupo de amigos con vocación parrandera y trovadora en la década de los años sesenta, cuando se reunían en un garaje tras una dura jornada de trabajo de fin de semana, echando una mano para sacar adelante la vivienda de autoconstrucción propia o la del que cantaba al lado. Quizás, también, su nacimiento se pudiera establecer incluso antes, desde niños, cuando muchos de ellos crecieron cautivados por el magisterio de don José Suárez en la rondalla Campos del Sur, dando sentido de pertenencia e identidad a una generación de nuevos músicos. Esta obligación ritual de colaborar entre todos para salir adelante se convertía además en la excusa perfecta para terminar la jornada con un tenderete o una buena serenata bajo las ventanas de prometidas, familiares y conocidos. Por aquel entonces resonaban en el aire boleros, tangos, foxtrots, pasodobles y valses, pero no fue óbice para dejarse imbuir por elementos folklóricos que, como alimento para sus musas, habían mamado y cultivado desde hacía años. Por eso, no era de extrañar que en esas serenatas a una canción de las de moda le siguiera una isa o una folía. A veces por las más inexplicables de las coincidencias, ocurren cosas que marcan un camino, que marcan un porvenir.

Casi a contratiempo, en Junio de 1971, son reclamados con urgencia para actuar en el Casino de Ingenio. Son las diez de la mañana y han de estar listos para actuar al mediodía. A toda prisa, Manolo reúne a algunos conocidos que tocaban y pide a sus amigos de la obra que canten con ellos para ser más numerosos. Sin pensarlo mucho y con ese afán de colaboración que les caracterizaba, a la hora prevista están todos subiendo por las escaleras del salón principal del Casino. Todos menos dos, a quienes, rezagados, se les ve venir con una pancarta hecha de caña y bolsas de cemento donde se puede leer: “¿Semos Los Cochineros?”. Esta idea espontánea marcó sin duda un nombre y un grupo.

Tras su presentación acceden a la sala para interpretar tres piezas durante unos quince o veinte minutos nada más. Por lo inesperado del hecho en sí y la buena impresión que estaban causando, la reacción del público fue de lo más entusiasta, acompañando con palmas y cantando con los  intérpretes. El posterior brindis no fue menos motivador, recibiendo las felicitaciones de autoridades y del público en general, animándoles a continuar con lo que allí se había gestado: el primer grupo de Ingenio y del sur de la Isla con esas características de coro masculino. Era de esperar, por tanto, que esa misma tarde el garaje donde ensayaban cada fin de semana fuera bautizado como “el Chiquero”.

Tras este inicio tan casual como celebrado, sentían una enorme ilusión por formalizar el grupo y quince días después vuelven al mismo lugar bajo la batuta compartida de Jacinto Bravo y Manolito Sánchez para interpretar una isa, una malagueña, una folía y dos piezas instrumentales, con las que confirmaron su llegada a los escenarios.

Durante los próximos años, los éxitos serían la norma para este grupo sencillo de amigos. El primero de ellos, con gran acierto, fué la interpretación como pocos de la misa canaria, que recibió el elogio de la prensa y entendidos de la música, y que terminó copando sábados y domingos durante cuatro años entre misas, fiestas patronales y bodas. Mientras, al mismo tiempo, se iba forjando una identidad propia, un modo particular de entender y hacer tradición desde el sureste de Gran Canaria.

A la exquisitez de sus interpretaciones habría que sumar el mérito de saber poner en nota musical el alma propia de la vida de un pueblo y de una comarca. Pruebas de este sabio acierto son las composiciones que dan a luz durante estos primeros años de andadura: Lamento del Aparcero, Cho José, Tanganillo Cochinero, Candelaria va a lavar, La Barranquera? entre otras muestras del saber hacer de poetas y trovadores ocultos en lo popular que esconde Ingenio: desde el insigne y afamado maestro Blas Sánchez, pasando por su hermano Manolo, Antonio González o Jacinto Bravo, entre otros, quienes dan cuenta de una tradición soterrada que habla de penurias, sueños e ilusiones. Pareciera que en Ingenio nos gusta envolvernos en notas, melodías y acordes para mirar de frente la realidad que nos rodea.

En esta primera época que va desde el año 1971 hasta el año 1984 fueron dos discos los que salieron a la calle, tres si contáramos el malogrado por motivos técnicos de Montaña Cardones, todos y cada uno de ellos con un rotundo éxito de crítica y de público. Además de los discos, dejan un legado aún más importante si cabe: Los Lechones, hijos musicales de estos Cochineros fecundos en música y tradición, donde depositan la semilla para que en años posteriores perduren sus ilusiones.

Ese año, 1984, el programa Tenderete, fue el broche de oro para esta primera generación de Cochineros que marcó un camino y que fueron referentes para muchos de los nacidos con posterioridad en el Municipio. Trece años de música, de escenarios, de éxitos, de actuaciones que dieron lugar a numerosas anécdotas y vivencias, pero sobre todas las cosas fueron años para no parar de reunirse, de reencontrarse incansablemente alrededor de sus instrumentos, porque a pesar del tiempo transcurrido seguían siendo aquellos viejos amigos que se reunían para festejar la vida.

Tras nueve años de silencio en los escenarios, vuelve el encuentro con sabia renovada. De la saga Cochinera de los primeros años quedan dos componentes, siendo el resto retoños tomados de aquellos Lechones que empiezan a despuntar ahora como músicos. Vienen con fuerza, con conocimiento, con formación y con conciencia de ser herederos de un importante legado musical y de tradición en Ingenio. Vuelven, como no podía ser de otro modo, al Chiquero, a recodar las viejas canciones para revitalizarlas y ponerlas al día. Así, el 12 de enero de 1993 suben de nuevo a los escenarios para reclamar a voz en cuello un atril con características propias dentro del panorama musical canario.

A los ritmos folklóricos ya tradicionales que conformaban el repertorio del grupo, el imaginario de acordes de Jacinto Bravo, padre e hijo, y de Manolo Estupiñán, suman aires provenientes de otras orillas, haciendo gala no sólo de formación musical sino  ambién de sentido de lo canario al interpretar estilos de distintas latitudes que forjan el mestizaje de estas Islas.

En esta segunda etapa, los éxitos no son menores que en la primera. Si bien a los fundadores se les otorga el haber sabido poner en la tradición elementos de la vida popular de Ingenio, a estos nuevos Cochineros se les distingue por la incuestionable calidad musical y vocal de sus arreglos. No en vano reciben multitud de reconocimientos entre los que cabe destacar el Plátano de Oro de la Fundación La Solana precisamente por su armonización músico-vocal. No olvidan tampoco la necesidad de expresar con música aquello que vivencian. Por eso, con el Arrorró Cochinero se mantiene la tradición compositiva de años anteriores.

Durante esta segunda etapa son muchos los escenarios que comparten con grandes voces y agrupaciones de Canarias, como por ejemplo, Los Granjeros, Los Cebolleros, Tacande, Tarantela, Parranda Cuasquías, Los Sabandeños o Benito Cabrera, pero también en escenarios más internacionales con artistas de la talla
de Mercedes Sosa, Luis Barros o Luzmila Carpio, en el ESPAL` 96 de Vecindario. Sin duda, hitos importantísimos para esta Agrupación que les motiva a continuar trabajando desde el carácter identitario de una forma propia de hacer música. Nuevas voces, nuevas ganas, nuevos retos, pero también con voluntad como sus predecesores de plasmar en audio su propio repertorio. Nacen así tres discos “Un canto al emigrante”, “De Amor y Tierra” y “A voces, a veces, a besos” que consolida la visión de mestizaje de estos músicos acerca del acontecer cultural en Canarias.

Como en la vez anterior, en el año 2002 se apagan las luces de escena para Los Cochineros. Siguen, como siempre, reuniéndose en el Chiquero, y desde allí fraguan, cuerda a cuerda un nuevo reencuentro, un nuevo renacer. El 22 de abril de 2016, casi 45 años después de aquella primera vez que surgieran, vuelven Los Cochineros a subirse a un escenario. Muchos de los actuales componentes ni siquiera habíamos nacido, pero hemos crecido acunados por los ecos de melodías y voces que nos hablaron de un pasado y unas gentes a modo de instantáneas musicales. Revivimos el encuentro con un legado y con un público, con la tradición y el reto de futuro, sin olvidar el encuentro fraterno que fue semilla de la que recogemos hoy los frutos.

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